miércoles, 31 de agosto de 2011

Una noche.



Tus manos sobre mis rodillas, juegan en círculos eternos sin principio y con un fin. Se mueven, despacio por la distancia que deja mi piel, subiendo, bajando y volviendo a subir. Te acercas, sigilosa, hacia el punto del placer donde unes tus ganas con mi deseo. Unos dedos que siguen la linea de mis piernas, juegan y estremecen hasta el último resquicio de mi ser.
Te acercas, te alejas, juegas, me besas. Tiemblo, me sujetas, no caigo, me dejas. 
Te adentras, me pierdo.
Por un instante viajo a aquel lugar donde te vi, por primera vez. Bañada por gotas de lluvia y sudor, con mis manos en tu rostro para perfilar la trayectoria de aquel beso. Fue breve, dulce y suave, presagio de nuestra historia.
Cierro los ojos y me invade tu esencia, recuerdo tu aroma y me toca tu presencia. Me rodeas, me presionas, me giras, giro, te veo y me besas. Me aprietas contra ti, puedo sentir tu calor, tu corazón. 
La humedad crece entre las dos, me acelero, te aceleras, empiezo a ceder, pierdo el control, no respondo, tú respondes al silencio de mis gemidos y te fundes. Nos perdemos en el espacio de aquella habitación, demasiado pequeña y aún así suficiente para las dos. 
A oscuras te busco, me encuentran tus manos que perfilan mi figura. Tú juegas a perderte, yo juego a que me encuentras y cansadas de no cansarnos nos perdemos en la noche, presas de la oscuridad.
Amanece, y con el sol, mis ganas. Fue una noche y con ella su mañana. Juguemos otra vez, quiero la revancha.