martes, 12 de abril de 2011

Recuerdos..

La memoria es como una pintura en construcción, como una piscina sin agua, un cauce sin río. Los recuerdos son el óleo que se esparce, el agua que se estanca o fluye y termina en el mar, un mar repleto de gotitas que se mezclan unas con otras sin orden ni control.
Son los recuerdos los que nos enseñan a seguir, nos limitan el camino o nos abren las puertas del mañana. Sin recuerdos no hay persona.
Los recuerdos son creados, no sólo almacenados. Nos inventamos la mitad de la memoria, para ocultar malas pasadas, para adornar experiencias bellas o por no sentirnos incapaces de recordar.
"Recuerdo un 19 de febrero, salir del colegio, colocar a todos mis amigos y amigas en fila e ir repartiéndoles una bolsa repleta de golosinas a cada uno. Me iba, y quería ser recordada. Aún hoy me pregunto si ellos se acordarán con la misma intensidad que yo lo hago. No fue fácil, tampoco recuerdo aferrarme a un hierro llorando y gritando. Nunca fui amiga de expresar demasiadas emociones.
Cuando llegué a la que era y siempre será “mi casa” todo estaba empaquetado, encajado, embalado... Mi casa, la que algún día estuvo llena de recuerdos, de peluches, de fotos, de aromas, estaba ahora repleta de objetos sin sentido, repletos de todo lo que daba sentido a mi vida. Recuerdo a una amiga de mi madre, de estos que se pueden llamar “de toda la vida”, regalarme unos pendientes a modo de despedida. Los pendientes eran horribles, creo que jamás volví a verlos, pero los recuerdo (o eso creo) con total claridad. Recuerdo la escena exacta, el lugar en el que estaba, el color que se veía detrás de la ventana, la jaula del canario, mi madre detrás de mi... Es curioso que recuerde al canario en esa escena, pues creo que tal canario ya no existía, pero bueno, los recuerdos son así.
Lo siguiente fue el tren, Madrid Chamartín - Alicante. Probablemente un Talgo. Cuatro asientos y una mesa en medio. Mi padre, mi madre, mi tía abuela y yo. No era el alma de la fiesta en ese viaje, precisamente, si no iba mirando o admirando los paisajes manchegos por la ventana, iba leyendo las cartas de mis amigas. Cartas que me habían escrito a modo de despedida, una manera de decir un adiós con prisas. Cartas que guardé bajo mi cama durante largo tiempo y que, creo, aún conservo.
Cartas... Aún escribíamos cartas. "
Son recuerdos o invenciones, mantenidas en la memoria y que probablemente me cueste olvidar. Si las olvido probablemente las rellenaré, las reinventaré, las recolorearé... Pero no me quedaré sin recuerdos, al menos no sin los recuerdos que hoy por hoy me hacen ser quien soy.
No se mide el dolor por la edad del que lo sufre sino por la intensidad a la que ahoga, por el eco que deja. Al fin y al cabo la vida es así, los amigos se van, cambian las cosas, se crece... Pero supongo que más que los hechos son la manera en que ocurrieron lo que nos hace recordarlos.
“Son cosas que pasan”, -dicen los que no lo “pasaron”.
Es el efecto mariposa, es la suave brisa que sopla en la nuca y te introduce un lindo escalofrío. 
Y la felicidad siempre está ahí, aguardando en la próxima parada, en la próxima ciudad, en el próximo hogar. Las cosas no siempre son fáciles, éste fue el comienzo de los “no mejores” años de mi vida, pero gracias a ellos encontré el camino de baldosas amarillas que hoy por hoy me guía hacia el maravilloso mundo Oz.

1 comentario:

  1. Bienvenida a la blogosfera... y muchas gracias por compartir esto con nosotr@s
    Un beso :*

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