sábado, 29 de septiembre de 2012

Perdida.


Te has perdido.

 No tienes el control de nada y todo es culpa y responsabilidad únicamente tuya. La idea de descontrol te aterra y cansa a partes iguales. Y cansada y aterrada te dispones a encontrarte sin recordar dónde te perdiste. 

Los cambios son siempre iguales, vas cambiando paulatinamente hasta llegar al éxtasis, el punto de inflexión donde el cambio se hace hecho: crisis. 

Un pequeño tiempo de descanso, has cambiado, disfrutas del cambio, te gusta, les gusta, y ahora viene lo mejor, la bajada. Vuelves a bajar, pero no para volver a ser la misma de antes, ahora, con tu nueva identidad tienes que encontrar los frenos para no darte de bruces con la realidad. Pero en esa bajada te has perdido, te has bloqueado y no sabes frenar. Te acuerdas del freno de emergencia, el que te enseñaron un día en el que no te apetecía escuchar y ahora te lamentas. Te lamentas y entras en un círculo vicioso de autodestrucción que no frena la caída.
Sigues cayendo pero te has acostumbrado al ritmo, no sabes cuánto llevas recorrido ni cuánto queda por recorrer. A veces es constante, a veces cambia y no sabes por qué, has perdido la poca cordura que te mantenía a un ritmo constante de caída. 
“Da igual, saldrás adelante.”
El leitmotiv de tus días, “todo saldrá bien”, y así lo crees porque es la única pista que te queda para encontrarte. Si pierdes la esperanza estás perdida y no habrá nada que hacer, y así te aferras a la maravilla de la esperanza, tan peligrosa para los que la necesitan como para los que la temen.

Un día te paras, pero no has tocado fondo, no entiendes que pasa, ¿por qué no sigues cayendo? Y vuelve el temor, no sabes cuánto durará la meseta de tranquilidad, ¿estarás a la mitad?, no lo sabes, pero lo supones.

Es ahora o nunca, tienes un tiempo limitado de estabilidad y entras en pánico, la incertidumbre te está matando y no haces nada para evitarlo.
Das un salto, te haces daño, el justo y necesario para despertar, para encontrar la cordura. No sabes cuánto tiempo te queda pero tienes que aprovecharlo, tienes que encontrarte antes de seguir cayendo, de seguir perdiendo la batalla, puedes hacerlo y lo harás.
Lo harás porque la única posibilidad alterna es seguir tu caída libre hasta tocar fondo, acabar destrozada, hecha pedazos.

Caminas, empiezas a ver una luz y no es la muerte, eres tú. En ese momento te alegras, no sabes si por seguir viva o porque ignoras que sólo tú eres peor que la nada.

Viene la parte difícil, coge fuerzas porque nadie va a luchar tu guerra por ti. Nunca habrá paz, jodiste los cimientos y ahora pagarás por ello, pero ya te preocuparás por eso mañana, hoy tienes que volver a ser tú.

lunes, 6 de agosto de 2012

Son cositas.

La maravilla de las palabras, de sus palabras. La facilidad con la que la felicidad vuelve a surgir entre sus letras.


Y sonrisas, al final siempre son risas.


Todo es fácil, con Ella todo es fácil.


Y son mis ganas por perderme en sus ojos, por perderme en su cuerpo. Son mis ganas por jugar con sus manos, por jugar en sus labios.
Son ganas.


Y echarte de menos, leitmotiv de mis días sin ti.






Me gusta. Me gusta la felicidad que me regala. Me gusta la felicidad que me deja darle. Me gusta ser feliz a su lado y me gusta hacerla feliz junto a mí.


Me gustan sus manos, cuando me tocan.
Me gustan sus labios, cuando me besan.
Me gustan sus ojos, cuando me miran.
Me gusta su pelo, cuando accidentalmente me roza.
Me gusta su cuerpo, cuando está sobre el mío. Y me gusta su cuerpo debajo.
Me gusta su cintura cuando mis brazos la rodean. O mis piernas. O mis labios recorriendo su horizonte.
Me gustan sus piernas cuando me abrazan. Cuando estoy entre ellas. Me gustan.
Me gusta su pelo como descanso y distracción.
Me gusta toda. Por ser Ella, por ser mía. Por ser suya.

martes, 19 de junio de 2012

Luz.


Sólo la luz puede temer a la oscuridad y sólo la luz puede vencerla. Lo sabes bien, no tengas miedo. Te doy mi mano, es tuya, como el resto de mi ser.
¿Una sonrisa? Y todas mis miradas. ¿Necesitas guía? Seré tu faro. ¿Qué quieres? Me tienes. Sólo un paso más, está en tus manos.
Si no sabes, aprenderemos. No estás sola, estoy contigo.


Es luz y es guía.



martes, 24 de abril de 2012

¿Un poquito de caos?

Pasaba por aquí y de repente me plantee escribir. Pero, ¿escribir qué?, porque últimamente no es que la inspiración me encuentre.
He sacrificado a la musa de mis palabras por tenerla en mi cama, y si les soy sincera, la prefiero en horizontal, susurrándole calor a mi cuello.


Puedo hablarles de cómo se pierde mi mirada cada día buscando una sonrisa, o quizás un fin a ese cielo eterno que se abre ante mí.
¿Han sucumbido el placer de ver un cielo estrellado desde una de las plazas más grandes y hermosas de Europa? Pleno centro de la ciudad y, a pesar de las luces, ahí estaban ellas, brillando acompañadas, pequeñas luces de vida. Y así cada noche.


No, ¿saben qué?, mejor les comento cómo los aviones están haciendo de mi claustrofobia inexistente algo presente. Bueno, en realidad da igual. ¿Y si les comento qué hace una chica como yo en un blog como este?


¡Mejor aún! ¿Podrían decirme cómo alguien puede enamorarse de una chica como yo, con un blog como este? Oh, eso es algo que debería consultar con la almohada. Y hablando de almohadas, ¿contar ovejas o contar abejas? Contar abejas sería más complicado, con lo cuál sería más fácil dormir. Las ovejitas no me dan sueño, me las imagino suaves y esponjosas y me dan ganas de achucharlas, pero no de dormir con ellas, que tienen pezuñas. Claro que dormir con abejas es algo que me da un poco mucho pánico. Pero nada...


Está bien, lo siento, no volverá a pasar. Si ven a mi musa díganle que mañana la espero en mi cama, que por favor sea puntual, pues tengo un poco de prisa.


¿Una Coca-Cola? También tengo caramelos. Y una maleta por terminar, demasiadas cosas que guardar. ¿Para qué? Pues no lo sé, pero quizás mañana lo averigüe. O puede que hoy. O dentro de unas horas.


Ya me callo. Sean felices.

sábado, 17 de marzo de 2012

Contra la pared.

Abrí la puerta a medio vestir. Intenté “peinarme” mientras escuchaba sus pasos por la escalera. Me acerqué a la puerta, se veía preciosa y ya venía jadeante.
Los planes para salir se disiparon, se perdieron junto con la poca ropa que llevaba encima, la ropa que sus manos, frías, me quitaron al instante de besarme.

Muerde mi cuello, muerde mis hombros, muerde fuerte hasta el punto justo de equilibrio entre placer y dolor. Me gusta.
Un beso, labio a labio, su lengua, la mía. Juegos de palabras a medio decir, un “te quiero” que se ahoga en el preciso instante en que empuja mi cuerpo ya desnudo contra la pared.
Cuerpo a cuerpo, lucha de manos, intento desnudarla y no me deja. 
Tengo frío, me besa, tengo calor. Sus labios en mi boca, mis manos atadas, indefensa y suya era, a su entera disposición y completo placer. Baja su mano por mi pecho sin reparar en unos pezones erectos y dispuestos a atravesar sus ganas. Baja por mi cintura y se detiene en mis caderas, una mano juguetona que amenaza, que despista, me despista. Acaricia mi pierna, que ya tiembla, y tras sus tímidos acercamientos, llega. Por fin. 
Coloca su mano entre mis piernas, ya no está fría y yo estoy empapada. Podría nadar, navegar, recorrerme, una y otra vez y así lo piensa hacer.
Me hace suya, en sus manos, soy toda suya. Juega conmigo, traiciona a mis ganas, no me deja ir, para, me para, me tiene y me retiene.
Me tiemblan las piernas pero no me deja caer. Me gira, trato de girarme, quiero verla, pero es imposible, me castiga. Me castiga mientras mis piernas, abiertas, son incapaces de mantenerme en pie.
Su aliento roza mi cuello tras su mordida y comienza a hacerme suya, de nuevo, desde atrás. Sigue reteniendo mis ganas, sigue parando mi huída, temo empezar a rogarle que no pare.
Me quería así, expectante, a su disposición, suya.
Me llevó hasta el sofá, me sentó sobre él y se arrodilló, frente a mí. Colocó mis piernas sobre sus hombros y fue entonces, en ese preciso instante y no antes, cuando me desperté. 

lunes, 12 de marzo de 2012

Perfección.

En su perfección me pierdo y me encuentro.  Me divierto, me recreo, me sueño, con ella.


En sus piernas encuentro un nuevo camino infinito hasta el punto de su ser con el cual me propongo estremecer su cuerpo, arquear su espalda, hacer que tiemblen sus piernas y la cama.


Mi cuerpo reacciona con tan solo pensarla, se me eriza la piel con tan solo rozarla. Mirarla y temblar, perderme en sus ojos y que no haya nada más.


Son detalles, son sus manos, sus labios, sus piernas y su piel. Es su pelo acariciando mi espalda y los latidos de su corazón al acompasarse con los míos, al dormirse sobre mí.


¿Descansar? ¿Quién quiere descansar? Soy un koala que no quiere dormir si no es a su lado y a su lado no quiere sino abrazarla, admirarla, acariciarla, cuidarla y amarla.


Soy un koala que espera a su tortuga. 


Tartaruguiña.

lunes, 5 de marzo de 2012

- ¿Por qué? -.

Porque lo siento, porque lo veo, porque lo toco. Te toco, te veo, te siento.
Porque quiero. Porque me gusta mirarte y sentirte, observarte, contemplarte, admirarte, ser feliz.
Porque me gusta ser feliz, a tu lado. Me gusta ser feliz al hacerte feliz. Me gusta. ¿Por qué me gusta?
Porque la niña tiene la habilidad de robarme sonrisas con un “Buenos días”. Porque mi felicidad tiene nombre y cuerpo de mujer. Felicidad suave, caliente e infinita, como su cuerpo.
Porque me encanta, me apasiona, me alegra, me distorsiona. 
Porque me desconcierta, me desorienta, me enloquece, me atormenta. 
Porque me desenreda, me despierta y me adormece. 
Porque me calienta, me enfría y me templa. 
Porque me mira y me ve, me observa y me penetra. 
Porque me acaricia, me roza, no me toca y me estremece. 
Porque me curva la espalda, porque me hace sentir, gemir. 
Porque me encuentra y me pierde, me descoloca y me ordena. 
Porque me lleva, me trae, me mece, porque me hace volar.
Porque me sueña dormida y despierta, porque me vive. 
Porque me recibe y me despide.
Porque me piensa. 
Porque me quiere.
Porque me completa, me enamora.
Porque soy suya. Toda suya.

viernes, 20 de enero de 2012

No me muevas.

Quise recordarte con una sonrisa y a mi mente vinieron unos labios, los tuyos, una boca a medio abrir, una sonrisa a medio cerrar.
Unos dedos, los míos, intentando abrirse paso en un beso, aquel beso.
Una sonrisa, unos ojos, tus ojos. Tus manos, acariciando mi nuca, un escalofrío que recorre mi espalda y un temblor que invade mis piernas.


Es un sueño, es mi sueño, cerrado con llave de piedra, como mi miedo.
Abres las puertas, cierras mis miedos. Huele a nuevo, y me gusta.


Respiras, suspiro, me caigo, me coges. Sonrío, me miras, y en tu mirada, mi sonrisa reflejada.
Me gustan tus ojos cuando me miran, pequeña. Me gustan tus manos cuando me tocan. Me gustan tus labios cuando me besan. Y esa sonrisa, esa sonrisa de niña, acariciando mis dedos.


Me buscas, te pienso. Me encuentras, nos fuimos. A tu lado, no me muevo.
No me muevas.

lunes, 16 de enero de 2012

El efecto mariposa.

El efecto mariposa. Un pequeño, minúsculo y apenas perceptible cambio puede crecer y degenerar en el mayor de los desastres.
Uno de los mayores desastres provocados por una mariposa, ¿sería el amor?
¿Qué es sino el amor más que tragar mariposas, una tras otra, para evitar un desastre natural aún mayor?
El amor como desastre y salvación. Ironía pura, como la vida, ese periodo de tiempo existente entre la creación y la muerte, la concepción y la desaparición.
¿Quién puede explicar el amor? Yo no, pero creo que ustedes tampoco. No llegamos a más que sonrisas, mariposas. Unas piernas que tiemblan, unas manos que acarician, unos ojos que brillan, unas miradas que penetran. Y si sólo fueran las miradas... 
Recuerdo mi primer “amor”, ese amor de colegio a los tres años de edad. Yo, dulce niña de ojos verdes, de coleta y sonrisa eterna. Él, rubio y de ojos azules, el príncipe de toda princesa. Imaginen a la sirenita y a su príncipe. 
Con el tiempo resultó que aquella sirenita de ojos verdes no quería tener cola, ni de sirena ni de príncipe, por muy azul que éste fuera. Ariel resultó ser más de almejas, mejillones, conchas, vamos, que la pelirroja era de marisco. Pero esa es otra historia que no le habría gustado al señor Disney, No-Frost le tenga en su gloria.
Volviendo al tema en cuestión. ¿Cuántas mariposas han tragado? El otro día escupí una. Son menos bonitas cuando están llenas de babas, se lo aseguro. 
Poner una mariposa como ejemplo de belleza me parece una broma de mal gusto, las mariposas no son nada bellas de cerca. De lejos bien, con todos sus colorines y aleteos, sus vuelos y esas cositas. ¿Y la felicidad que da el hecho de que una mariposa se pose sobre ti? Qué vuelta a la infancia. 
Pero ya que volvemos a la infancia, volvamos a los columpios. Empezar desde abajo, mover las piernas, subir, querer subir más y no saber cuándo parar. Vértigo. ¿Es vértigo lo que se siente en el amor? Díganmelo, no lo sé. Vértigo, temblor, subir.
Siempre queremos subir más, aun sabiendo (o no) que nunca seremos capaces de dar la vuelta, invertir los hechos, volver a bajar y poder parar.
Hay dos maneras de parar un columpio, poco a poco o de golpe. La parada en seco lleva al salto o a una gran hostia. O a ambas. Siempre me gustó saltar, al menos te deja volar, soñar, creer que lo vas a lograr.
Esta vez he decidido saltar, ya estoy soñando. Por favor, no me despierten, a la Pelirroja le gusta demasiado soñar. 




sábado, 14 de enero de 2012

Buenos días, pequeña.

"¿Dónde guardas las ganas para que no me encuentren? ¿Dónde guardas los labios para que no me besen? ¿Y las miradas que no encuentran mis ojos?
Me pregunto en qué sábanas escondiste tu cuerpo. En qué puertas viviste una despedida.
No sé en qué parques caíste de rodillas ni en qué columpios le gritaste a la vida.
Quiero saber, saberlo todo. Quiero saberte, saborearte. Quiero tenerte, olerte, besarte y escucharte.
Quiero encontrarte, para encontrarme. Quiero sentirte, para sentirme. Vivirte, vivir. Y dormir, entre tus brazos, para soñarte. Despertar y despertarte a media noche. Buenos días, sólo un beso y volveré a soñar.
¿Y qué será de tu sonrisa? Ahora es mía, y tuyos serán mis labios y lo que de ellos surja. Mis miradas ya sonríen sin ver tus ojos, mis manos te sienten aún sin tu olor y mis labios buscan tu piel. 
Y así, en esta noche fría y blanca, te escribo, te pienso y te siento.
Una noche más, buenos días, pequeña."

jueves, 12 de enero de 2012

Tu ventana.

“Era demasiado tarde, ya la amaba demasiado.
De tanto amarla la odié, la odié no sin antes darme cuenta de lo necesaria que había llegado a ser. Despertar cada mañana y vaciar el alma sólo por encontrarla. Acostarme cada noche y seguir vacía sólo por poder soñarla. 
Así caminé durante años, a solas, que no sola, vacía y amante del frío más helado y la soledad más profunda. Amantes.”
Me desperté en medio de una habitación a oscuras, vacía toda ella, no escuchando más que el eco de mi propio respirar. 
Vi una luz, pequeña, tenue y clara. Traté de seguirla, a oscuras, con miedo a tropezar. Estaba sola, y ya todo daba igual.
¿Izquierda o derecha? Podía bailar. Puede que un tango, o mejor un vals. A solas, yo y la Oscuridad.
¿Bailamos? -le pregunté. No sé si me escuchó, no sé si lo pedí, sólo sé que no contestó.
 Y bailé, sola pero no a solas, Ella estaba conmigo. Ella me llenaba y me acogía, todo en aquella pequeña habitación, ahora lo sé. 
Seguí caminando hacia la luz, cada vez más lejana. Fue entonces cuando comprendí que no llegaría, que no la atraparía. Me senté, abracé mis rodillas y apoyando mi rostro sobre ellas no lloré.
Pensé en ella y en su luz y a pesar de unos ojos encharcados sonreí. Sonreí y me gustó y
como una idiota sonriendo traté de ignorar el llanto que trataba de salir, de apartarla de mí.
Pasaron las horas, o los días, o las semanas. Ya no sé si fueron meses. Me perdí para encontrarla, sin dormir ni soñarla. Despierta. Esta vez estaba despierta, con los ojitos cerrados y sin embargo, despierta. 
Abrí los ojos y vi su luz. Esta vez no traté de alcanzarla, dejé que ella viniera a mí y así fue. Lo que un día fue una pequeña ventana para escapar que se alejaba de mí hoy era la luz guía me que me seguía, para salvarme, para escaparme de Ella. 
La luz se paró, me quedé mirándola, fijamente, mientras iluminaba mi rostro, poblado por una sonrisa amarga. 
Ella me rozó la nuca a ojos de aquella luz, respiró sobre mi cuello y me susurró al oído “bella”. Sus manos se unieron en mi vientre y me abrazó. Sus manos recorrían mi cuerpo y su aliento estremecía mi piel. Mi amor era suyo, mi vida ya no. Lágrimas recorrían mis mejillas, dolor o placer, ya no lo sé, su boca mordía mi hombro, la mía se abría buscando el grito, grito que se ahogó en el vacío que dejaba. 
Cerré los ojos, Ella puso sus manos sobre mis hombros y bajó. Bajó a mi pecho y me erizó, siguió bajando por mi vientre y se adentró. Sin aviso, mis espasmos reflejaban su exorcismo y con él mi libertad. Aquella luz cada vez brillaba más, comenzaba a envolverme, me iluminaba, un poco más a cada espasmo.
Mis piernas no resistían el peso de las dos, yo lloraba y Ella siguió, siguió y no paró hasta el temblor.
Sentí cómo mis piernas me dejaban caer, presas de su efecto. Ella se fue, la luz me llenó, volvía a sonreír, en el frío suelo de aquella habitación que dejó de ser oscura.
Adiós -le dije-. Adiós, Oscuridad.

martes, 15 de noviembre de 2011

Lágrimas saladas de un recuerdo dulce.

Recuerdo tus palabras, recuerdo tus susurros, recuerdo tus caricias en la nuca y tus abrazos a escondidas. Recuerdo tu dulzura y las lágrimas que emanan de mis ojos al recordar tu sonrisa. Lágrimas saladas, que me recuerdan a ti. Saladas, dulces y amargas, como tu recuerdo. Tus palabras del pasado, tus olvidos del presente.
¿Recordarás mi sonrisa? Yo recuerdo tus manos. ¿Recordarás mis caricias? Yo aún recuerdo tu aliento.
No lloro porque sufra, son lágrimas de descanso, son lágrimas de alegría, son tus lágrimas, hechas mías. Y nadaré en este charco pensando en ti, en alcanzarte. Nunca llegaré, se borraron tus pasos, perdí tu huella. ¿Dónde estás? Me lo pregunto cada día.
Es el caos de mi mente, que hoy te trae a mí y hace que seas tú la responsable de derribar mis murallas, de abrir un camino, de recordar la inocencia.
Inocencia interrumpida por tu amor, inocencia interrumpida por tu dolor. Un dolor que hice mío, tan mío que aún lo llevo. ¿Ves este lunar? También es tuyo, lo aprecié desde que te fuiste. ¿Y mis ojos? Son los tuyos, te los regalé cuando me miraste. 
El charco sigue creciendo y ¿sabes qué? Sé nadar. Y todo gracias a ti. Crecí, no tengo alas, pero puedo volar si pienso en ti. 
Extraño tu piel, tan suave como tu pelo. Extraño tus labios emanando palabras que olvidé, palabras que aún recuerdo y palabras que inventé, para no callar tu ausencia. 
Te extraño, pero el muro que tu recuerdo derribó me ayudó a no olvidarte sin llorar. Y lloré, y aún hoy lloro y sólo por ti. 
Y las palabras de esa niña que un día te gritaron, palabras de odio y rencor que por tu partida dirigí a dios, un dios en el que no creo y todo por no odiarte a ti.
Te fuiste al poco de llegar y me dejaste perdida en una infancia que nunca más volverá.
¿Orgullo? Por ti, por mí. Orgullosa de mis ojos, que fueron tuyos y que hoy ven lo que tú ya no puedes. Orgullosa de mis labios, como los tuyos, que besan el amor que tú ya consumiste. Orgullosa de mis manos, que esta noche te escriben sin razón y con la razón que el corazón me dio para amarte. 
Te escribo a ti, que jamás podrás leerme, pero te escribo. Te escribo porque esta noche busqué la luna y no la encontré, al igual que busco tus palabras cada noche, perdidas en el infinito de tu adiós. 
No dijiste adiós, yo a ti tampoco. Te lo digo ahora, que ya te has ido, y aún así, tanto tiempo después, te anhelo. 
Déjame tu frágil mano para poderme agarrar en este abismo de soledad que ya no está tan vacío. Aprendí a vivir contigo, sin ti. Y aquí estás, te siento en mi pecho, con cada latido y respirar.
Y hablando de respirar, cada noche extraño tu suave cantar. 
Te extraño. Y lo más bonito de recordarte es la sonrisa que en mi rostro se dibuja, hoy entre lágrimas, para alimentar con más fuerza tu recuerdo.
¿Lo recordarás? Ya lo hago yo por ti. 

miércoles, 31 de agosto de 2011

Una noche.



Tus manos sobre mis rodillas, juegan en círculos eternos sin principio y con un fin. Se mueven, despacio por la distancia que deja mi piel, subiendo, bajando y volviendo a subir. Te acercas, sigilosa, hacia el punto del placer donde unes tus ganas con mi deseo. Unos dedos que siguen la linea de mis piernas, juegan y estremecen hasta el último resquicio de mi ser.
Te acercas, te alejas, juegas, me besas. Tiemblo, me sujetas, no caigo, me dejas. 
Te adentras, me pierdo.
Por un instante viajo a aquel lugar donde te vi, por primera vez. Bañada por gotas de lluvia y sudor, con mis manos en tu rostro para perfilar la trayectoria de aquel beso. Fue breve, dulce y suave, presagio de nuestra historia.
Cierro los ojos y me invade tu esencia, recuerdo tu aroma y me toca tu presencia. Me rodeas, me presionas, me giras, giro, te veo y me besas. Me aprietas contra ti, puedo sentir tu calor, tu corazón. 
La humedad crece entre las dos, me acelero, te aceleras, empiezo a ceder, pierdo el control, no respondo, tú respondes al silencio de mis gemidos y te fundes. Nos perdemos en el espacio de aquella habitación, demasiado pequeña y aún así suficiente para las dos. 
A oscuras te busco, me encuentran tus manos que perfilan mi figura. Tú juegas a perderte, yo juego a que me encuentras y cansadas de no cansarnos nos perdemos en la noche, presas de la oscuridad.
Amanece, y con el sol, mis ganas. Fue una noche y con ella su mañana. Juguemos otra vez, quiero la revancha. 



miércoles, 13 de julio de 2011

¿Qué es eso que suena? ¿Por qué tan romántico?





Entra en mi atmósfera, es de noche y todos los gatos son pardos, no sé muy bien qué haces aquí, no sé muy bien cómo he llegado hasta aquí.
Me escurro entre gente que baila con los ojos cerrados, me giro, te giras, me sigues...  ¿Qué es eso que suena? ¿Por qué tan romántico?
Ahora aún más oscuro, el pasillo es mío... Bueno ahora... También tuyo. 
Me giro, te giras, me sigues... ¿Por qué sonrío? ¿Por qué sonríes? 
Troto, trotas, corro, corres, subo las escaleras, abro la puerta, ¿dónde estamos? ¿Cómo has llegado hasta aquí?
El aire araña mi cara, abres la puerta, me giro , me miras, te acercas a  mí. ¿Qué es eso que suena? ¿Por qué tan romántico?
Sonrío, sonríes, entra en mi atmósfera, ¿quién de los dos es más gato pardo?. 
Me besas, te beso, me besas, te beso, me besas, te beso, me besas, sonrío cerca de tus labios, sonríes cerca de los míos. ¿Por qué quiero comerte? ¿Quieres tú?
Toco tu pelo, tocas mi cuello, chupo tu cuello, bailan tus dedos en mi camiseta, te muerdo, me muerdes, te muerdo, me muerdes, te muerdo. ¿Por qué quiero abrazarte? ¿Quieres tú?
Rodeo tu cuerpo con mis brazos, me rodeas con los tuyos, me miras a los ojos, los cierras, me aprietas, te aprieto, me aprietas, te aprieto. ¿Por qué quiero tu locura? ¿La quieres tú?
Me separo y corro hacia la pared, me empujas contra ella, sonrío, sonríes, te acercas a mí, la pared no me deja huir, me besas, te beso, me besas, te beso. ¿Por que quiero desnudarte? ¿Querrás tú?
Deslizas tus manos por debajo de mi camiseta, levanto los brazos, besas mi pecho, te quitas la camisa, te bajo el pantalón, me empujas más fuerte, la pared no me deja huir, me bajas el pantalón... Me miras, te miro, me miras, te miro, sonríes, sonrío... ¿Por qué quiero suspirarte? ¿Querrás tú?
Te tiro al suelo, me arrodillo sobre ti, le susurro a tu oído, a tu boca, a tu barbilla, me tumbas en el suelo y te pones encima, te araño, te acercas, suspiro, suspiras, suspiro, suspiras. ¿Por qué quiero tu secreto? ¿Lo querrás tú?
Besas mis piernas, beso tu cuello, aprieto tu pelo contra mi abdomen, estrujas mi espalda,   acabo con el resto de tu ropa, terminas de desnudarme, te colocas entre mis piernas, me besas, te beso, me besas... ¿Por qué querré follarte? ¿Querrás tú?
Me curvo, empujas, me muevo, empujas, me muevo, empujo, te mueves, sudo, sudas, te beso, me besas, te araño, me muerdes, me muevo, tu ritmo, mi ritmo, nuestro ritmo, acabas, acabo, soplas en mi cuello, sonrío, sonríes, me miras, cierras los ojos...
¿Qué es eso que suena? ¿Por qué tan romántico?




Relato de Jesús M. Hernández -> @Dayatpark :)

viernes, 8 de julio de 2011

Escribirte, escribirme, nos. En horizontal.


Tu sonrisa me grita que la bese, tus labios me gritan que los muerda y tus ojos me desnudan en una espiral de deseo. 
Yo te miro y me derrito mientras recoges mis restos del suelo. Me tocan tus manos, que son mías, son las mías, o quizá no.

Una brisa acaricia dulcemente mi nuca, es tu aliento, tus susurros camino de mi oído. Son susurros, secretos a voces que descienden por mi cuello lentamente, pasando por mi hombro y deslizándose sobre mi pecho. Son tus labios que escriben sobre mi cuerpo con ayuda de tu lengua que juega al escondite. 
Escribes una y otra vez sobre mi piel las palabras que los gemidos no te dejan pronunciar. Sonidos callados, ausentes en la habitación y presentes en nuestros cuerpos.
Tus manos me buscan, las mías sirven de guía y juntas emprenden el camino hacia un mundo nuevo sin explorar, de tu mano.

Me guías por un nuevo sendero, tu mano me lleva lejos, muy lejos.
Nuestras miradas se cruzan en la desesperación de buscarse y no encontrarse, se pelean, se penetran y se paralizan.
Tus dedos callan mis labios que piden ser callados por los tuyos, ocupados con el resto de mi cuerpo. Se curva mi espalda, se cierran mis ojos, agarro fuerte la almohada y...

Sonríes, aún sudando, mientras mis manos juegan con tu espalda erizándote la piel. Mis dedos tocan en tu piel una pieza de caricias al ritmo de un vals. 
Nos miramos, nos reímos, oculto mi cabeza bajo la almohada y noto tu mano acariciando mi vientre.

Soy ahora yo la que quiere jugar con tu cuerpo, con mis manos, con mis labios, todo. 
Te muerdes el labio y yo no puedo evitar querer hacerlo también. Muerdo tu oreja, bajo por tu cuello jugando en zig zag y te estremeces, me estremeces y los escalofríos comienzan a jugar, van por ti, van por mí.
Voy cayendo sin red, que tu mano me guíe y tu voz me ilumine hacia el final.
Te ibas, te vas, te fuiste.


Te escribes sobre mí, me escribo sobre ti. Ambas yo, sin ser tú nada, juego con la esquizofrenia de sentirte sobre mí. 
Escribiendo, en horizontal. 

(Foto sacada de: http://clitorixia.tumblr.com/post/7378926782/porque-la-euforia-tambien-se-expresa )


jueves, 23 de junio de 2011

¿Y si los hombres menstruaran y nosotras no?

Os dejo un extracto de Gloria Steinen que creo bastante curioso. Espero lo disfrutéis.




"¿Qué pasaría si, por ejemplo, de repente, mágicamente, los hombres menstruaran y las mujeres no?
La respuesta es clara: la menstruación se convertiría en un evento masculino envidiable y lleno de orgullo.
Los hombres alardearían acerca de la cantidad y la duración.
Los muchachos marcarían el inicio de la menstruación, que se alargaría como una prueba de virilidad, con un ritual religioso y fiestas.
El congreso fundaría un Instituto Nacional de Dismenorrea para ayudar a que terminen las incomodidades mensuales.
Los artículos sanitarios serían proporcionados por el gobierno, sin costo (claro que algunos hombres pagarían por el prestigio de las marcas comerciales como los tampones "John Wayne" o las toallas sanitarias "Mohamed Alí".
Los militares, políticos de derecha y religiosos fundamentalistas citarían a la menstruación como l aprueba de que sólo los hombres podrían servir en la Armada ("Tienes que sangrar para hacer sangrar") o para ocupar puestos políticos ("¿Podrían las mujeres ser agresivas sin ese ciclo gobernado por el planeta Marte?"), ser sacerdotes y ministros ("¿Cómo podría una mujer dar su sangre por nuestros pecados?") o rabinos ("Sin la pérdida mensual de impurezas, las mujeres se mantienen sucias").
Radicales, políticos de izquierda, místicos, etc, insistirían en que la mujer es igual, sólo diferente y que cualquier mujer puede asumir sus rasgos si está dispuesta a infringirse una gran herida cada mes ("DEBES dar sangre a la revolución"), reconocer la preeminencia de temas menstruales o subordinar su personalidad a la de todos los hombres en su "Ciclo de Iluminación". Los muchachos en la calle alardearían "Uso de las toallas más gruesas" o responderían a frases como "¡Hombre, te ves bien!", diciendo "¡Si, es porque estoy en mis días!". Los programas en la televisión tratarían el tema largamente ("los días felices") lo mismo los periódicos ("JUEZ CITA A ESTRÉS PREMENSTRUAL AL PERDONAR A VIOLADOR") y las películas ("Hermanos de sangre").
Los hombres convencerían a las mujeres que las relaciones sexuales son más placenteras "en esa época del mes". Se diría que las lesbianas temen a la sangre y a la vida en sí, quizá sólo necesitarían un hombre que menstruara lo suficiente a su lado.
Por supuesto, los intelectuales ofrecerían argumentos más morales y lógicos: ("¿Cómo podría una mujer manejar cualquier disciplina que demandara un sentido del tiempo, espacio, matemáticas, sin ese preciado regalo que es regir los ciclos de la luna y los planetas y en sí de regir cualquier cosa?") En los campos de la filosofía y la religión ("¿podrían compensar las mujeres la pérdida del ritmo del universo? ¿o por su falta de muerte y resurrección simbólica mensual?")
Los liberales de cualquier campo tratarían de ser amables: "El hecho de que esas personas no tengan el regalo de dar vida o conectarse con el universo es ya suficiente castigo".
¿Y cómo se le enseñaría a una mujer a reaccionar? Uno podría imaginar a las mujeres tradicionalistas aceptando todos los argumentos con un masoquismo leal y sonriente (organizaciones instarían a las amas de casa a herirse una vez al mes, se diría que la sangre del esposo es tan sagrada como la de Jesús y ¡también muy sexy!).


Las reformadoras intentarían imitar a los hombres, pretendiendo tener un ciclo menstrual. Todas las feministas explicarían hasta el cansancio que los hombres, también, necesitan ser liberados de la falsa idea de la agresividad por influencia de Marte, así como las mujeres tendrían que escapar de la envidia por la menstruación.
Las feministas radicales añadirían que la opresión y lo no menstrual es la base de todas las opresiones ("¡Los vampiros fueron los primeros que lucharon por la libertad!").
Las feministas culturales desarrollarían una serie de imágenes desprovistas de sangre en el arte y la literatura. Las feministas socialistas insistirían que sólo en el capitalismo los hombres son capaces de monopolizar la sangre menstrual.
Resumiendo, si los hombres pudieran menstruar, las justificaciones de poder podrían durar por siempre.


Si se lo permitimos."




Gloria Steinem (1984): "Outstrageous Acts and Everyday Rebellions".

viernes, 17 de junio de 2011

Amor y religión.

Me educaron en un hogar católico, me atrevería a decir que profundamente católico pero viendo lo visto a lo largo de algunos años puedo decir que profundamente liberal.
Mis padres, como buenos católicos, me educaron en la religión cristiana, católica, apostólica y romana. Me bautizaron a la temprana edad (si se le puede llamar edad) de 2 meses de escasa vida. Mi padrino, gran hombre, persona y ser en sí, es sacerdote, gran amigo de mis padres (los católicos). Mi madrina fue mi prima, que de católica no tiene nada, salvo el bautizo, la comunión y unas cuantas hostias (de la vida, eso si). Todo sea dicho, una madrina sin confirmar, todo un escándalo para la Santa Madre Iglesia.
A la temprana edad de 9 años hice (o me hicieron hacer) la primera comunión, la primera hostia (y a partir de esta llovieron muchas más, no sólo de índole religiosa). 
A mi temprana edad de 9 años, yo, con tantos pecados cometidos, me fui a confesar a aquel hombre mayor. No hace falta que os diga que me sobró una confesión para descubrir que poco le importaban mis problemas, más bien le importaba que rezara el santo rosario de los huevos (con perdón, padre dios) tantas veces como a él le pareciera oportuno.
Como buenos cristianos mis padres me enseñaron la religión desde valores como el amor, el respeto o la ayuda a los demás. El amor, mi madre siempre ha creído en el amor, el verdadero, el de una madre por un hijo, el de un amigo. No sé hasta qué punto cree en el amor romántico, mucho menos en el de Bécquer, pero hoy no es el tema a tratar.
Como iba diciendo, me enseñaron a creer en el amor entre personas, de igual y distinto sexo, me enseñaron a amar. Una mujer católica, apostólica y romana me enseñó que no importa el sexo de una persona sino lo que siente su corazón.
Hoy me han asaltado las dudas al venir dos ideas a mi cabeza, el AMOR y la RELIGIÓN. Se supone que esta última predica el amor y sin embargo lo condena. Condena el amor entre dos personas del mismo sexo. ¿Uno de sus motivos? Que no es “natural” pues no es el modo de procrear. Te hablan de procrear aquellos que no creían en que la tierra da vueltas alrededor del sol, aquellos que no creían en la teoría de la evolución, aquellos que te hablan de un amor superior, puro, omnipotente y omnipresente. 
Te hablan de procrear aquellos cuyos sacerdotes y monjas se pasan una vida entera profesando su amor a su dios, sin procrear. 
El amor de ese dios es para todos menos para los que aman a alguien de su mismo sexo. Te hablan de procrear susodichos especímenes de la raza humana que abusan de un niño, aún sin poder procrear (gracias a Dios). 
Las religiones prohiben el amor, te condenan al absurdo de un matrimonio eterno sin salida, aunque sea un infierno (¿No hablan ellos del cielo?), e incluso te condenan a los abusos que puedas sufrir.
Me enseñaron que la religión era algo bueno y un día creí en ella, tenía 10 años cuando empecé a desconfiar. Veía predicar amor a un cura, veía como incitaba a sus fieles a compartir, a ayudar, a quererse los unos a los otros... Ese mismo cura al que le gustaban los chismes de mal gusto, que ponía malas caras y que no te ayudaba si no dejabas dinero en la cestita. 
Dos cosas aprendí de la religión: a poner la otra mejilla y a no hacer a los demás lo que no quiero que me hagan. Hostias me han llovido muchas, he decidido no poner más mejillas sino evitar situaciones. Con respecto a lo segundo, lo secundo y moriré con esas palabras en mis labios.
Ahora bien, ¿Era necesaria la religión para aprender eso? Obviamente no.
A lo largo de mi corta vida he aprendido que el ojo por ojo y el diente por diente no hace nada sino dejarnos más ciegos e indefensos. Gracias, pero no.
El amor. Nunca me hablaron de amor como algo exclusivo entre un hombre y una mujer.
Nunca me dijeron que el amor entre dos hombres o dos mujeres podría ser algo más que el de amistad, nunca lo pregunté, nunca tuve duda alguna.
Si el amor es algo bello, permítanme dudar que su dios lo condene. Permítanme dudar que su dios exista al igual que ustedes dudan de la pureza de un amor. Permítanme dudar de la educación que ustedes puedan darle a mis hijos si ustedes no creen en la que pudiera yo darles, fuera con un hombre o con una mujer.
Permítanme dudar, que yo no les prohibiré pensar.

No les prohibiré opinar, no soy como ustedes. No les negaré la evidencia, no soy como ustedes. No les vetaré opiniones, no soy como ustedes.
Sólo les pido una cosa, respeten, que es gratis, aquí no les paso cestita.

No tengo nada más que decir, señoría. 

Sed felices, practicad el amor como bien podáis, queráis y os salga de los mismísimos ovarios y santos cojones. 


=)